Cuando a la primavera le queda todavía mucho por llegar, se siente una cierta melancolía, un vacío que dejan las especies al dormir en nuestros parques y jardines. Su vida se vuelve pausada y los sonidos de las hojas con el viento son apenas un rumor. Es en este momento cuando nos sorprende el Prunus mume “Beni-chidori” con su impresionante floración a mediados de Enero. Unas pequeñas flores, simples y aromáticas, que se presentan antes que sus hojas, anticipando el regreso de los durmientes. Un profundo color carmín que nos deslumbra y nos hipnotiza.
Un árbol, de porte medio y poco exigente a los suelos, que podemos encontrar de forma aislada en los jardines, para destacar su gran potencial, dejándole ser el primer protagonista de la gran escena, o como en los jardines públicos japoneses (Jardín Jonangu, en Kioto) se dispone en una composición grupal que nos brinda un efecto único de pétalos rosáceos volantes.
Será por esta magia sensible, que la flor del Albaricoque japonés tiene, siempre, un lugar privilegiado en nuestros jardines y toda nuestra admiración.